Al reves

Im dorique roma, o lo que es lo mismo, Mi querido, querido amor.

Con el paso del tiempo me distraje. Así es. Durante lo que parece un momento que en realidad ha durado algo más de 50 años, imagínate 50, no había vuelto a pensar en ello. No había vuelto ni a recordarlo. Lo que es la vida...

Esa misma vida que ha ido difuminando algunos de mis rasgos, como el candor en mi mirada, o la chispa de la espontaneidad... y que en cambio ha acentuado otros, me ha dibujado arrugas aquí o allá, me ha pintado oscuras manchas en las manos, ha esparcido finas pinceladas blancas por mi melena cobriza. Y si, ya lo ves, contesto a tu pregunta, me sigue apasionando la pintura, tanto como entonces, como hace 50 años.

Pero los años me han envejecido, como a todos, han llenado mi casa de hijos y nietos, y han ido escondiendo poco a poco, los recuerdos antiguos en blanco y negro, tras otros más nuevos a todo color. Pero ahora sé que seguían ahí, ahí detrás, callados, agazapaditos esperando su turno, aunque yo no hubiera vuelto a pensar en ellos...

Hasta el día que me encontré con aquel sobre apaisado entre mi correspondencia atrasada, medio escondido entre los habituales de bancos, centros comerciales y propagandas varias. ¿Sabes? hacía mucho tiempo que no me escribía nadie, por eso me extrañó aquella carta particular con el sobre abierto; recordé que mi hija me había comentado algo semanas atrás de una nota ilegible... la verdad es que no le habíamos dado ninguna importancia, ocupadas en ese momento en cuestiones cotidianas que acaparaban nuestra atención mas urgente. El pobre sobre, abandonado, se había ido quedando al final del bloque de correspondencia por revisar y fueron, lentamente, transcurriendo los días.

Pero aquel día miré de nuevo el remite, no tenía, extrañada volví sobre aquella caligrafía desconocida, pequeña y apretada, cuyos rasgos azules resaltaban sobre el papel de color crema, por cierto, pensé, de excelente calidad.

Saqué cuidadosamente la nota de su interior y leí:

Im darique gamia,

Ah dosapa totam poemti... ¿Moco tases? En riatagus chomu tever, euq em rastacom euq ah dosi de it. Et domam sim ñasse

Rop vorfa, macabús.

un sobe,

Masto.

No entendí nada, nada de nada, volví a releerla por segunda vez, esta vez más despacio, mucho más despacio, pero tampoco la entendí. Y estaba con ella aún entre las manos, cuando llegaron mi hija y su familia, y creo que más o menos fue así como pasó:



-Hola mamá, ¿qué haces?-

-No sé hija, creo que nada en realidad. ¿Te acuerdas de aquella carta que me comentastes, aquella ilegible que no se entendía...?-


-Si, claro; ¿Todavía anda por aquí...? Tirala mamá, no te compliques la vida, sino se entiende nada...-


-Pues sí hija, la verdad es que llevo un rato con ella y no la entiendo, por más que la releo una y otra vez, no consigo aclararme-

En ese momento, entraron mis nietos a darme un beso


-Laho taliebue, ¿Moco tases?-

Me quedé mirándolos sorprendida...



-No les hagas caso mamá, ahora les ha dado por hablar del revés-

Al revés pensé, hablando al revés... eso es... y fue entonces Tomás, entonces, cuando hasta mí desde muy, muy lejos llegó un olor familiar, entrañable, maravilloso y mágico: el olor de las pipas...

¡Eso es! ¡está al revés! Dije por fin. Y entonces volviste a mi vida.

Mi querido, querido Tomás.

Sé que mis labios dibujaron una sonrisa, una sonrisa dulce y enorme, y mis ojos, si los vieras ahora, surcados de finas arrugas, por unos momentos dejaron de ver a mis nietos para ver a otros dos niños, más o menos de la misma altura, más o menos de la misma edad; ella, con el color de mis ojos y una mirada cándida; él pecoso y espigado. Ella, con su melena cobriza, larga y lisa hasta la cintura; él, tú, mi Tomás, otra vez sonriéndome pícaramente con las manos llenitas, llenitas de pipas... ¡Ay! aún tengo el corazón encogido...

Después acaricié con suavidad la carta y una vez más saqué con mucho cuidado la nota de su interior, y entonces, fui leyendo poco a poco, ordenando las palabras:

Mi querida amiga,

Ha pasado tanto tiempo... ¿Cómo estás?. Me gustaría mucho verte, que me contaras que ha sido de tí. Te mando mis señas.

Por favor, búscame.

Tomás.

Y el resto puedes imaginártelo, cogí papel y lápiz, y muy despacio, fui volviendo cada palabra del revés, del final al principio, dándole poquito a poco vuelta a la vida. Al principio me costaba mucho esfuerzo, habían sido muchos años sin entrenar, pero poco a poco, me fui animando, fue cogiendo carrerilla, y aquí me tienes...

Otra vez dando y dando vuelta a las palabras, poniendo mi vida patas arriba, volviéndola del revés para retomarla dónde nos distrajo, 50 años atrás, y pedirte de nuevo pipas mi querido Tomás:



Masto, gavén, medá nasu caspo. ¿ O es que otra vez, te las vas a comer todas sin mí...?

Cosas para decir

Cada mañana intento que todo siga igual: que el despertador suene a la misma hora y el olor a café recién hecho inunde el ambiente mientras dejamos que el sol tímido de la mañana se asome para compartir unos byts, para saber las preocupaciones o los problemas de cada quien, de alguna manera lejana cerrar filas juntos. Para que tu recuerdo me siga allá a donde vaya. Para impregnarme de tu olor de canela y de tu sombra que persigue a la mía.

Porque no puedo imaginar que un día dejes de aparecer entre los rincones de cada mañana para traerme, sin pedir permiso, alguno de tus besos o el sonido de tus palabras que se vuelven letras.


A tu lado todo sigue revestido de un color prodigioso que hace posible que mi corazón golpee sin temor y la confianza lo invada todo. Me parece que aún seguimos corriendo por estas calles con la edad de nuestra inocencia, anhelando descubrir nuestros cuerpos desconocidos mientras las tardes eternas de verano desaparecían siempre demasiado deprisa para nuestro deseo.

Cada mañana tengo la impresión de que todo se repite, que nunca hemos dejado de ser los mismos ni hemos aparcado en algún lugar olvidado los latidos de nuestro corazón ilusionado para poder describir los colores del de el arcoiris de nuestras vidas.


Te leo y vuelvo a sentir el olor ese tuyo tan suave tan tuyo. El movimiento imperceptible de tus pestañas y la mirada melancólica que ponías en el horizonte mientras chispeaba la luz en tus ojos.

Hasta hoy en mi no se marchitado los deseo de coger tu mano y caminar sobre las hojas del parque sobre las que han ido cruzando inviernos y otoños que no han significado nada para nuestra conexion porque sigues colándote cada día en mi vida.

Cada mañana, cada invierno, cada vez que llueva, cada vez que el mar asome en el horizonte, cada vez que un astro se desmorone en el firmamento... espero que estés feliz en el lugar donde te encuentres.