Colorín colorado.

Y el caballo blanco se detuvo ante la casita, y descendió el guapo, alto y valiente príncipe, de pelo negro engominado y ojos de color de la coca cola, y mientras con una mano golpeaba la puerta, con la otra sostenía unas bonitas flores.


-Hola, soy tu Príncipe Azul, y vengo a rescatarte del Ogro con el que vives, a llevarte muy lejos de aquí, donde seremos muy felices y nos casaremos... y tú serás mi Princesa.


Y ella que no podía creerlo, tantos años esperando que llegara ese momento... que terminó por olvidar que era eso lo que alguna vez quiso, (un Príncipe Azul con caballo blanco que no permitiera que existiesen malvadas brujas o feos ogros dentro de su cuento), y ahora estaba allí, delante de sus narices con unas flores en la mano...


-Sabes qué, me cansé de esperarte... Además, quién dice que yo quiera ser tu Princesa pudiendo ser la reina de mi casa... Y en cuanto al Ogro... vale, será gruñón y no demasiado agradable, pero es mi Ogro, y... no lo cambio por ningún Príncipe Azul...


Lo siento -dijo- cerrando la puerta en las narices del principe.