Como que no sabes bailar!

­Despacio ­gritó ella­, vamos por partes. ¿De modo que no sabes bailar? ¿Ni siquiera un paso doble? Y al mismo tiempo aseguras que la vida te ha costado sabe Dios cuánto trabajo. Eso es una tontería, amigo, y a tu edad ya no está bien. Sí, ¿cómo puedes decir que te ha costado tanto trabajo la vida, si ni siquiera quieres bailar?
­Si es que no sé. No he aprendido nunca.
Ella se echó a reír.
­Pero a leer y a escribir sí has aprendido, vamos, y matemáticas y probablemente también ingles y francés y toda clase de cosas de esta naturaleza. Apuesto a que has estado diez o doce años en el colegio y además has estudiado en alguna otra parte y hasta tienes el título de doctor y sabes chino u holandés. ¿O no? ¡Ah! ¿Ves? Pero no has podido disponer del poquito de tiempo y de dinero para unas cuantas clases de baile.


¿No es eso? ­Fueron mis padres ­me justifiqué­. Ellos me hicieron aprender ingles y matemáticas y todas esas cosas. Pero no me hicieron aprender a bailar, no era moda entre nosotros; mis padres mismos no bailaron nunca.

Me miró fría y despreciativamente, ­¡Ah, vamos, van a tener la culpa tus padres! ¿Les has preguntado también si esta noche podías venir al esta fiesta hoy? ¿Lo has hecho? ¿Que se han muerto hace mucho tiempo, tal vez? ¡Ah, vamos! Si tú por obediencia tan sólo no has querido aprender a bailar en tu juventud, está bien. Aunque no creo que entonces fueras un muchacho modelo. Pero después... ¿qué has estado haciendo luego tantos años? ­¡Ah ­confesé­, ya no lo sé yo mismo! He estudiado, hecho música, he leído libros, he escrito libros, he viajado...
­¡Vaya ideas raras que tienes de la vida! De modo que has hecho siempre cosas difíciles y complicadas y las más sencillas ni las has aprendido. ¿No has tenido tiempo? ¿No has tenido ganas? Bueno, por mí... Gracias a Dios no soy tu madre. Pero hacer como si hubieses gastado la vida por completo sin encontrar nada en ella, no, a eso no hay derecho.
­No me riña usted ­supliqué­. Ya sé que estoy loco.
­Anda ya; no me vengas con historias. ¡Qué vas a estar loco! Lo que me resultas es demasiado cuerdo. Se me antoja que eres prudente de un modo estúpido.

Ven, tomate esta copa y después sigues hablando!